Flores, postales y besos no bastaron para elogiar, en este Día Internacional de la Mujer, a jóvenes cubanas integrantes de las FuerzasArmadas
Para la holguinera Yaimaris Fernández Robles, teniente de corbeta y segunda comandante de un buque de la Marina de Guerra Revolucionaria, sus 23 años no son argumento para justificar inexperiencias. Ella da todo de sí desde que ingresó a la vida militar y en particular a esta especialidad. Por eso cada día lo aprovecha al máximo, en calidad de aprendiz y de ejemplo para sus subordinados.
«La vida en el mar es muy difícil y ser jefa de muchos hombres también lo es. Para ganarme su respeto he tenido que ser más firme en mis decisiones y, sobre todo, transmitirles el amor a esta profesión a través del buen trato y el ejemplo, y lo he logrado porque, en cierta medida, también me han apoyado».
En sus ojos se reflejan algunos de los momentos más estresantes, en los que tuvo que salir al mar y enfrentar situaciones difíciles, pero su condición de mujer, lejos de ser una debilidad como muchos pensaron, le da las herramientas para superarlo todo.
La mujer debe ser fuerte, incluso más que el hombre, me dice, porque asume responsabilidades de todo tipo y con la capacidad de desempeñarlas todas a la vez de manera eficaz. «En las Fuerzas Armadas, ¿por qué no iba a haber mujeres, dispuestas a empuñar un fusil, dirigir una tripulación o manejar un medio de combate? Es la manera de ser consecuente con aquellas mujeres que en la manigua y en la Sierra dejaron a un lado los prejuicios y lucharon junto a los hombres. Entonces, ¿por qué no iba a hacerlo yo?», añade justo cuando ya debe reincorporarse a la práctica del desfile de los bloques que participarán en la revista militar del próximo 16 de abril, por el aniversario 50 de la proclamación del carácter Socialista de la Revolución Cubana y de la victoria militar de Playa Girón.
Ayer, cuando se celebró el Día Internacional de la Mujer, muchas como Yaimaris, que un día decidieron integrar las Fuerzas Armadas Revolucionarias para colmarlas de ternura, valentía y tenacidad, tuvieron motivos de sobra para celebrarlo.
Militar, mujer militar
Los hijos de la capitana Raquel Yanyaque Fernández se sentirán muy orgullosos de su mamá. No es para menos, sobre todo cuando ellos mismos han sido testigos de su dedicación y empeño en la profesión que escogió hace más de dos décadas.
Ella suspira hondo y sonríe cuando la interrogo. ¿Cómo comentarme en corto tiempo tantas emociones y vivencias? ¿Cómo explicarme que siendo huérfana de madre desde los siete años, el apoyo de su padre y las exigencias de la vida militar han hecho de ella la mujer que es hoy?
Su trabajo como instructora en una unidad de la Región Militar de Mayabeque muestra cuánto le satisface la atención directa a los combatientes, cuánto le interesa entregarse por completo a una tarea que demanda, más que coraje en el campo de batalla, un corazón dispuesto a latir sin cesar por ella.
«Tuve el entrenamiento de todo el que ingresa al Servicio Militar Activo y luego, cuando decidí especializarme, he tenido una preparación muy amplia y variada. Cada vez que he desempeñado mi cargo en diferentes batallones aprendo las singularidades de cada especialidad, y por ello me siento ¡una mujer entera!», me dice.
La veo subirse a uno de los medios de combate que desfilará en la Plaza de la Revolución en poco más de un mes.
—Si no hubieras sido militar, ¿cuál habría sido tu camino?, le pregunto desde abajo.
Con el sudor en el rostro y el sol nublándole la mirada, me dice: «¡Militar, hubiera sido militar!».
Con el mismo convencimiento está la sargento de tercera Vismarys Ramos Córdoba, de la Unidad de Ceremonias del Ministerio del Interior y que ahora integra uno de los bloques de esa institución.
Figurará en el desfile con su fusil y la mirada certera porque, desde que decidió encaminar su vida por el sendero del mundo militar a los 18 años, sabía que su lugar era donde la necesitaran y por ello su completa disposición y entrega no faltarán.
La mejor manera de demostrarlo es cumpliendo con cada una de las tareas que le encomienden en el transcurso de su carrera; y evidenciarlo en el instante en que desfile frente a su pueblo en el glorioso abril que se avecina, será su desafío a partir de ahora.
Cuando flores, postales y besos no bastan para elogiar tanta grandeza, miles de mujeres como Yaimaris, Raquel y Vismarys se enorgullecen en nuestro país del mejor regalo que les ha sido dado como mujeres: la posibilidad de ser, crecer y formar parte de una sociedad sin distinciones.
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