La joya mayor de nuestra danza

Publicado por Diosmel Galano Oliver

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Hay pocas cosas que lamento en mi vida. No haber vivido en la Antigua Grecia, en el Camagüey colonial, no conocer en persona a Fidel
Castro Ruz y no haber visto en vivo a la prima ballerina assoluta
Alicia Alonso.

Pocas personas en el mundo tienen el honor de ser símbolos de una nación, de ser su nombre sinónimo de un pueblo, un país, una cultura.

Alicia Alonso integra esa pequeña lista de afortunados. Su majestuosidad en cada una de sus presentaciones y su depurado estilo le valen el
epíteto de “la joya mayor de nuestra danza”.

Fundadora junto a su esposo Fernando Alonso de la Escuela Cubana de Ballet (ECB), Alicia desde sus inicios demostró su calidad en cada
escenario que se deleitó con su presencia. Su baile muestra un
estilo diferente y único, matizado por el criollismo y la energía
de los cubanos.

Quién no recuerda sus interpretaciones de Giselle tan frágil, romántica, desolada, o su derroche de virtuosismo en Carmen, toda pasión,
sensualidad y energía.

Alicia cuando baila se detiene en el tiempo y con ella nos detenemos todos extasiados, atónitos, enamorados. Su cuerpo, en perfecta simbiosis,
habla. Su rostro y manos transmiten perfectamente cada una de las
emociones que quiere hacer llegar, en los escenarios al público y
actualmente a sus pupilos en los tabloncillos de la ECB.

Su excelente labor educativa en dicha institución llevó al Ballet Nacional de Cuba a la élite danzaria. De sus incontables horas de
dedicación surgieron Josefina Méndez, Loipa Araujo, Mirta Pla y
Aurora Bosch, las cuatro joyas del ballet; Viengsay Valdés, que
haciéndole gala a su nombre sale victoriosa de cada tablado y Carlos
Acosta que asombra al planeta con sus increíbles y perfectas
ejecuciones, por solo citar algunos.

Este año no alcanza para brindarle el verdadero homenaje que merece. Ahora cuando celebramos sus 90 años de vida, lleguen estas
insuficientes líneas en nombre de los universitarios camagüeyanos.

Gracias Alicia por llenarnos de regocijo, por elevarte y elevarnos, por brindarnos momentos inigualables. Gracias, sencillamente, por
existir.